domingo, 19 de junio de 2011

Jean-Jacques, un buen padre



Por Bruno Host
Escribió dos libros indispensables para construir el genoma de la condición política y social del hombre: El contrato social y Emilio, o De la educación, ambos más o menos de la misma época, 1762. A causa de ellos, armó un revuelo en Francia y lo rajaron “por zurdo” (incluso un par de décadas antes de que tal expresión fuese siquiera acunada a razón de los Estados Generales franceses). Del primero, recuerdo una máxima demoledora aun para estos tiempos de porros y alucinaciones tecnológicas: “El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado”. 

Del segundo, decía Jean-Jacques Rousseau tras beberse un té de hierbas y putear por el cuero de Voltaire: “Es la mejor y más importante de todas mis obras”. Emilio, o De la educación enseña cómo educar a un ciudadano ideal. Es extraño, porque el tipo tuvo cinco hijos con Thérèse Levasseur, una mujer analfabeta a quien conoció en 1744, su compañera de toda la vida, y a los cinco los depositó en la Maternidad Pública. En síntesis, escribió un libro sobre cómo educar hijos y los abandonó a todos. Pero no hay que condenar al buen Jean-Jaques por eso; al final terminó siendo un buen padre. De la democracia.

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