martes, 3 de agosto de 2010

Arquitextos exaspera



Por Pablo Black
Lo de Arquitextos exaspera. No digamos crispa, porque en estos días ése es un término del enemigo, de Biolcatti por ejemplo. Mejor decir exaspera, una palabra que difícilmente usaría el enemigo, quizás porque la considere inofensiva, poco derrocadora. Lo de Arquitectos exaspera, entonces, porque no puede ser que la queja de una funcionaria desinformada y mala leche —sólo alguien con mala leche y terriblemente obtuso puede acusar de apología a la pedofilia a quienes simplemente crearon una excelente herramienta de trabajo, y creo que al respecto la discusión no da para más—, no puede ser, decíamos, que la indignación temerosa e interesada —como suelen ser las indignaciones burguesas— de esa funcionaria, indignación que habría que haber dejado rápidamente en su justa medida, es decir, en nada, haya generado un escándalo de proporciones que terminó por enfrentar a quienes no debía haber enfrentado, no al menos por tan poca cosa. Es cierto, lo primero que dijo Tete Romero fue que el libro Arquitectos sería inmediatamente sacado de las escuelas, pues su contenido, como aclararon una y otra vez sus mismo hacedores, había sido pensado para el uso de adultos y no de aulas de escuela. Pero cuando poco después se supo que el Estado jamás había entregado ni entregaría el libro a las escuelas, la comedia ya había comenzado y había quedado en evidencia el primer error de Romero, o sea salir a decir que sacaría de las escuelas un libro que nunca había estado en ellas, cosa que en muchos despertó la impresión de que el tipo se había dejado llevar por la escandalizada señora. Lo que en términos concretos, tenga o no Romero sus razones, fue así. El segundo error de Romero, quizá el único de importancia, fue no haber admitido en ningún momento su metida de pata, su equivocación, su apresuramiento, y salir a decir como si no hubiera dicho nada antes que el libro nunca había estado en las escuelas. Una actitud que, naturalmente, despierta sospechas. Pero de ahí a acusar al tipo de traidor, me parece que hay demasiado, diría que es casi irse a la mierda. No hay dudas de que Romero debe disculpas y explicaciones a varias personas a las que su error —o quizás algo más que error, pero definitivamente no traición—, haya molestado e incluso desilusionado, pero llamarlo traidor o facho… qué quieren que le diga, habla muy mal de quienes —y me incluyo, por supuesto— desde siempre lo hemos considerado un valioso hermano frente al colchón de injusticia, ignorancia y gorilismo sobre el que aún despertamos todos los días. Y no hace falta desplegar un currículum de Romero para probar lo que digo, sólo se requiere memoria a corto plazo. Entiendo perfectamente la indignación de, por sólo mencionar a uno, Marcelo Caparra por ejemplo, la entiendo porque yo también sentí lo mismo, pero también sé cuáles son los verdaderos enemigos, y, ¡por dios!, Romero no es uno de ellos. Que tipos de indudable valor como Marcelo Caparra y Tete Romero terminen enfrentados por esto, es simplemente papita para el loro, y ya se sabe que el loro está ahí, escuchandolo todo. Por mi parte prefiero pensar que estas son cosas que suelen suceder en tiempos de vacaciones y feria judicial. Por suerte ya comenzaron las clases y se reanudaron las actividades del Juzgado Federal, donde podemos encontrar una buena muestra, es cierto que exagerada y grotesca, de quienes son el verdadero enemigo.