lunes, 3 de diciembre de 2012

“QUÉ SOLOS SE QUEDAN LOS MUERTOS”



(El título de la presentación hace referencia a la novela homónima de Mempo Giardinelli)
Presentación de Miguel Ángel Molfino para Nada bueno bajo el sol, novela de Orlando Van Bredam.
Si uno no conociera personalmente a Orlando Van Bredan, podría imaginarse sin dificultad a un hombre de altanera alcurnia, descendiente de la Casa Real de los Nassau-Orange. Descubrí el otro día, incluso, que hacia 1870 aproximadamente, existió un Enrique III Nassau-Bredan, un vengativo monarca pariente de nuestro escritor, conjeturo.
Google es el Aleph.
Pero Orlando Van Bredan vive en El Colorado, Formosa, con la simpleza de los hombres buenos. Lleva escritos más de diez libros estupendos, al calor de las chicharras formoseñas.
Hoy Orlando es considerado uno de los mejores narradores del país. Así lo considerábamos no hace mucho, en Buenos Aires, en un grupo de amigos escritores —jóvenes y talentosos— que no parecen porteños porque les encanta leer autores del interior, aunque Orlando ya sea visto como un escritor nacional importante.
Hoy presentamos Nada nuevo bajo el sol, para mí su mejor novela junto a Colgado de los tobillos. Con el paso del tiempo, es evidente, se ha templado la pluma de nuestro amigo. La madurez expresiva, el filo narrativo, la prescindencia de toda hojarasca, han burilado un escritor tan atractivo como imprescindible. Todos esperamos la próxima novela de Van Bredam. Es un hecho.
La escena protagónica de la trama es un hallazgo.
Un hombre debe cargar con su padre muerto en busca de una sepultura, ya que en su pueblo no le permiten enterrarlo. Es que en vida, el finado fue lujoso en miserias, lo que se dice un hombre de mala entraña. De esta suerte, el hijo, a bordo de un Kaiser Carabela, inicia una road story que va desatando, a medida que avanza, una serie patética, entrañable y, a veces, desopilante de personajes. Una Comedia Humana que nos evoca aquello de que “el hombre es una pasión inútil”.
La prosa de Van Bredam, precisa, serena y tan propia, cuenta una historia difícil de narrar, porque el tema es tan interesante que cualquier desavisado podría caer en efectismos o equivocar el camino. Pasa, y pasa seguido.
Ahora bien. Quiero presentarles a los amigos que deambulan invisibles entre las páginas de la novela: de por sí, un tipo que arrastra un ataúd con su padre muerto, es una imagen típicamente Faulkneriana. Muchos de sus diálogos parecen salidos de Mientras agonizo o de Palmeras salvajes, y esto habla muy bien de Nada bueno bajo el sol. Por lo menos para mí…
Pero William Faulkner no está solo. Las soledades y la pobre gente de Juan Rulfo soplan como vientos de páramos. Fue una delicia encontrar a Juan dándole fuerza al relato genuino de Orlando.
Y de pronto, siempre mientras leía, vi a un gordito, con barbita candado y calvo, que andaba por los renglones como quien cruza un maizal. Era Osvaldo Soriano, nada menos, que inficionó su frescura en el patético camino del protagonista. Digamos que Van Bredam ha hecho de sus buenas lecturas una mejor literatura. Nada Bueno bajo el sol, es el caso.
Justamente el viejo Bill Faulkner nos dijo hace mucho: “La sabiduría suprema es tener sueños bastante grandes para no perderlos de vista mientras se persiguen”.
Esta frase y la gran novela de Orlando bien merecen un par de whiskies, bajo la luna de diciembre.
Muchas gracias.