lunes, 9 de mayo de 2011

RADAR EN LA TORMENTA


Por Sergio Kisielewsky

Publicado en Página/12 - Domingo 8 de Mayo // Suple Radar

“Enrique, mi marido, es viajante, pero hace seis meses que no tiene trabajo. No viaja. Está acá en casa la mayor parte del tiempo, y cocina.” Estas frases lacónicas pero elocuentes pertenecen al cuento “¿Cuánto calzan los chicos?” y es el puntapié inicial para construir lo prioritario en un cuento: algo tiene que ocurrir y mucho se debe sugerir por debajo del texto. De alguna forma se describen allí en forma oblicua las consecuencias sociales de aquella Argentina hecha añicos luego de las privatizaciones de empresas del Estado y la apertura total de mercado en los años ’90. Germán Parmetler da una estocada en los ojos del lector.

Parmetler nació en Resistencia, Chaco, en 1981. Es docente, cantor y letrista de Cortina de Humo, banda de rock nacional. Marido y mujer se alternan en la historia para dar su punto de vista y eso trae más jugo a la trama. El suspenso se toca allí como a un animal tembloroso y la sospecha crece a medida que se cierra el círculo narrativo. Este es el tono más alto de un libro que bien se puede comparar en su abordaje estético con las Historias mínimas de Carlos Sorín en el cine. Un profesor obeso cuenta en primera persona sus memorias en “Un santo diferente”. La insatisfacción sexual, la monotonía pueblerina, los vecinos histéricos y alcohólicos y, al fin, el recuerdo de Cristina, su gran amor de juventud.

Son palabras que de pronto se salen de cuadro, que rompen la cadencia excesiva de los primeros relatos y echa la nave al mar con más urgencia por el riesgo de crear un modo de decir que esté a la altura de lo que se nombra. Paisajes que evocan en pequeños refugios e inexplicables intemperies los entrañables poemas de Alfredo Veiravé, que vivió en el Chaco gran parte de su vida. Imposible no nombrar aquí su poema Radar en la tormenta (“Y alguna vez, no siempre, guiado por el radar/ el poema aterriza en la pista, a ciegas, / (entre relámpagos)/ carretea bajo la lluvia, y al detener sus turbinas, descienden de él, pasajeros aliviados de la muerte: las palabras”), sus lapachos y su estilo epistolar de trabajar las imágenes.

“Se levantó y toleró el temblor de piso” narra Parmetler en el cuento “Flamencos en celo tras conejos enormes”, dando con su principal recurso, el de contar los hechos mientras se conoce el objetivo final: que al lector lo arrope la intimidad de un bosque, una vegetación exuberante mientras un hermano menor acompaña al mayor en el tránsito de irse de su casa.

Detalles, perplejidades, luces y sombras en ciudades pequeñas donde todo parece a punto de volar por los aire

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