viernes, 25 de junio de 2010

Fibra pulsante



Por Cecilia Lis García


La memoria encarnada cada cuatro años, mediante un caos tremendo de gritos, tragedia, visiones de pies hasta el fondo, sin tregua. Cada mundial de fútbol se abre un pliegue por donde se trasluce cada olimpo del picadito, del potrero y su ínfimo friso universal.
El pensamiento se presenta dividido. Ataque y defensa. La pelota, esa semilla, esa turgencia insoportablemente bella, rueda y provoca, vuela entre tipos elegidos entre su estirpe, insinuándose entre sus toques eléctricos, secretos.
Cada segundo corre en la desesperada misión de desplegar la mención de que todo es posible. La vista acentúa los espacios verdes y sus líneas, mudas prosistas al borde del sobresalto, que registran las pisadas continuas, el trote circunscripto a una esfera.
Nada es migaja. El trayecto de cada itinerario dibujado en la cancha se pluraliza, se ramifica por cada par de ojos que lo persigue en una mezcla entre estupor y ceguera. Los recuerdos son musculares.
Surgen puntos motores nerviosos exclusivos en la constitución humana, que de forma paranormal envían impulsos nerviosos desde la total periferia de nuestro cerebro. Proceden del otro. La pantorrilla, la cabeza, la punta del pie o puntín, el costado interno o sagrario, la mano de dios.
Mitología, cuerpos, tierra, esférico, geometría de la gambeta, flotando en una atmósfera iluminada encerrada en un fragmento poético del mundo, cubierto de alaridos detenidos en los dientes, de banderas apretadas. Atravesado por el arte de la carrera esbelta, por la derrota y su dispositivo de tristeza, por la victoria y su fiesta alucinada.La fibra se enciende cada cuatro años en un lugar del mundo, mientras tanto, en cualquier lugar o laberinto, nunca deja de dispararse hacia la red, cruzar un arco, salir desde el fondo hacia el ataque, sin protocolos, sin saltear páginas. Latiendo, corriendo, pulsando…

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